Tiempo | Parte II
- Matías Salomón
- Oct 3, 2020
- 11 min read
Updated: Aug 20, 2021

Uranus and the Dance of the Stars - Karl Friedrich Schinkel, 1834.
Todo lo dicho en la primera parte son recortes de la idea del tiempo que manejamos. Son como los retazos de tela que la abuela guarda cada vez que enmienda ropa. Si tratamos de agruparlos, reunirlos en forma coherente, ve(re)mos que es imposible lograrlo. Sin embargo, intentamos convivir con estas ideas acerca del tiempo, como si no tuviéramos alternativa. El resultado es confusión y falta de referencias temporales útiles.
Entregarse a un malabarismo semejante es además de inconveniente y angustiante, innecesario.
Ignorar los ciclos es una de las razones que impiden que podamos atribuir significado y sentido a las experiencias que atravesamos conforme vivimos. La astrología es la herramienta idónea para otorgárselos.
Decíamos al comienzo que el tiempo tiene cualidades, que estas pueden extraerse del Zodíaco y que, además, en él dichas cualidades se despliegan sucesivamente como fases constitutivas de un ciclo. Para quien no haya abrevado en la riqueza simbólica del Zodíaco, lo escrito anteriormente puede sonar profundamente revelador o ridículamente exagerado.
Por eso en esta segunda parte hablaremos de ciclos, del Zodíaco y de Aión.
La secuencia zodiacal
La forma en que se despliegan los signos del Zodíaco habilita una mirada que revela distintos significados del tiempo perfectamente compatibles entre sí. Más aun: no solo compatibles sino también articulados como componentes de la estructura mayor que los contiene.
La astrología impulsa una vision cualitativa y no cuantitativa del tiempo. No busca homogeneizarlo, volverlo una constante medible y divisible como si se tratara de una horma de queso.
La astrología trata con un tiempo orgánico, valiosa y extraviada cualidad que el tiempo valorado cualitativamente posee. Es el tiempo que no impone el reloj ni el calendario; fluye naturalmente, respetando el tiempo de las cosas, invitando a adecuarse a él y no lo contrario.
Sincronía, Diacronía y Dinámicas
Existen por lo menos dos posibles miradas complementarias acerca de la trayectoria vital de un ser: una sincrónica y una diacrónica. La simultaneidad implica sincronía, mientras que la periodización involucra diacronía.
En Astrología, ambas miradas están en juego, junto con una tercera que se refiere al modo en que circula la energía vital misma.
todo junto
La Carta Natal levantada para el lugar, fecha y hora de nacimiento de una persona expresa la singularidad de ese instante único. Allí todo se manifiesta simultáneamente. El Cosmos que recibe esa nueva vida está entonces configurado de un cierto modo particular y las relaciones que Signos, Planetas y Casas establecen son interpretadas en tanto símbolos que aluden comparten un marco temporal de referencia, de manera tal que cada uno/a pueda conocer acerca de sí a partir de ese estado del cielo.
en despliegue
Esa estructura, esa identidad de origen, sin perderse nunca luego comienza a desplegarse marcando comienzos y cierres de ciclos que maduran y se completan (algunos, no todos) a medida que la persona también lo hace. Este es el aspecto que desarrollamos en este discurrir acerca de los ciclos.
circulando
La disposición de las Casas en la Carta a partir del Signo del Ascendente determina un circuito de la propia energía que no es secuencial y al que nos referimos como Dinámicas Zodiacales[1].
Pasemos a lo que nos convoca: la ciclicidad del tiempo.
Tiempo como ciclo
La palabra ciclo proviene del griego kyklos (rueda, círculo) y llega a nuestros días a través del latín cyclus (círculo). Tomamos la idea de ciclo como un fenómeno que se repite cada determinada cantidad de tiempo pero que, una vez concluido, en lugar de cerrarse, da paso a un nivel superior, con un sentido renovado para tal ciclo. Esta es una posible idea de evolución: acceder a una nueva mirada de lo mismo, pero resignificado.
Por eso en la primera parte decíamos que la imagen del tiempo que utilizamos en astrología es la de un tiempo que se despliega en forma de espiral helicoidal ascendente. Una analogía que ilustra lo que tratamos de expresar es la de los grandes estacionamientos, donde la señalería indica en qué sentido circular para acceder a los espacios disponibles, habitualmente en el piso superior, aunque en su variante involutiva los que derivan a sucesivos subsuelos son un ejemplo también adecuado. No estamos obligados a evolucionar.
La vida es una colección de ciclos de diferente duración. Nuestro planeta está señalando ciclos de este tipo constantemente: las estaciones, el día y la noche, la luna, las plantas y árboles, las temporadas de lluvias o de falta de ellas, las mareas; todo eso está ahí, frente a nosotros para que aprendamos a percibirlos.
Así como ocurre en nuestro organismo con la digestión, el sueño, la respiración, la menstruación y otros procesos biológicos, nuestra propia vida es un despliegue continuo y un entrelazamiento de ciclos de diversa índole, algunos de los cuales completamos y otros inconmensurables y misteriosos para nosotros, terráqueos, que apenas presenciamos sólo en algunas fases de su desarrollo pero no dejan de ser profundamente significativos considerando periodos más extensos que nuestra vida.
El tiempo en el Zodíaco
Jorge Bosia, astrólogo y filósofo, director de Proyecto Trenkehué, sostiene que la astrología es un arte relativo al tiempo. En su magistral obra “Tiempo y existencia”[2] comenta lo siguiente:
«El tiempo es inaugural, estabilizador, exploratorio, arraigador, irradiador, laborioso, complementador, conflictivo, evolutivo, etc. Todas ellas son cualidades; hay innumerables; pero el Zodíaco las agrupa a todas en doce títulos: no en forma inductiva o estadística, sino según doce principios o arquetipos.»
Cada uno de los adjetivos con los que Bosia califica al tiempo nos ponen en camino para comenzar a captar qué tiempo propone el Zodíaco. Siguiendo el Zodíaco de Aries a Piscis, los 12 signos representan 12 fases o etapas del proceso de desarrollo de cualquier ente, proyecto o creación.
Pasemos entonces a desgranar estas fases.
Tiempo, el iniciador (Aries) – Fase 1
El inicio, como tal, es imposible de señalar. Siempre estaremos obligados a remontarnos a un orígen del orígen. Sin embargo, lo que sí podemos es hablar de un orígen concreto. El comienzo de cualquier proceso es el primer acto con el que se procura cumplir lo que se desea. Es el momento de ponerse en marcha.
Tiempo, el condensador (Tauro) – Fase 1
Si no existiera un momento Tauro en el recorrido zodiacal, no es que Aries nunca se detendría, sino que nunca iniciaría. Tauro invita a Aries a ponerse en movimiento. Lo convoca y, una vez que Aries acciona, lo recibe y sostiene. Define además los recursos disponibles a emplear.
Tiempo, el indagador (Géminis) – Fase 3
Pero la energía disponible no puede condensarse totalmente en Tauro. Ya interviene Géminis, que promueve la exploración de posibilidades a partir de los recursos disponibles y hasta procurando sumar algunos otros. La pelota (Tauro) convoca al jugador a patearla (Aries) y recién allí comienza su periplo (Géminis). Comienzan a vislumbrarse rumbos posibles pero no es momento de escoger ninguno en particular.
Tiempo, el enraizador (Cáncer) – Fase 4
Existe un producto de jardinería con este nombre. Lo que hace, su nombre lo indica muy bien y se corresponde con el momento Cáncer del Zodíaco. Algo que crece (bien sea una idea, un proyecto o un ser vivo) necesita cuidado y protección. Se define un afuera y un adentro. En esta etapa, lo que se está desarrollando no está a la vista ya que se ha creado un ámbito protector que lo contiene mientras comienza a tomar dimensiones concretas. Es momento de empollar/incubar.
Tiempo, el expresivo (Leo) – Fase 5
La quinta fase del ciclo zodiacal corresponde a Leo y es el momento en que se trasciende la contención provista en el momento anterior. El hecho de haber creado una membrana que separara un afuera y un adentro ha permitido el desarrollo. Es tiempo de romper el cascarón, ya provisto de lo necesario para comenzar la experiencia autónoma, o sea, autoregulada, y expresarse.
Entre las muchas formas posibles de definir nuestro «ser humanos», una consiste en ser autoconscientes (Leo). No solo sabemos cosas, sino que sabemos que las sabemos. En relación al tiempo, volvemos sobre nuestra idea principal: no vincularse con él como algún tipo de exterioridad sino en aceptarse tiempo.
Como ha enseñado Jiddu Krishnamurti durante toda su vida: el observador es lo observado. Si somos tiempo, no podemos analizarlo como algo fuera de cada uno de nosotros. No podemos reaccionar, condenándolo o haciéndole reclamos ni tampoco ponderarlo en su poder infinito sin autointerpelarnos.
Tiempo, el ordenador (Virgo) – Fase 6
La fase 6 señala el principio de utilidad. El tiempo tiene la enorme virtud de poner cada cosa en su lugar, nos guste o no. Lo que es lastre o exceso de equipaje debe ser advertido como tal y descartado en esta fase. Es un momento análogo a la época del año en que la municipalidad ralea el arbolado público, cortando ramas desviadas o aquellas que interfieren con el crecimiento del árbol y permitiendo que pase la luz de los faroles.
Es una fase de trabajo y esfuerzo dedicado.
Tiempo, el negociador (Libra) – Fase 7
En Libra nos encontramos en la primera etapa de la segunda mitad del ciclo y señala una fase de gran trascendencia ya que es el momento que se da el encuentro con otros y otras. Es imposible atravesar un ciclo sin la intervención/participación de otros y otras. Nuestros semejantes-diferentes pueden tener o no las mismas intenciones que nosotros y es importante transigir, realizar concesiones mutuas, para crear alianzas.
En Libra, advertir la diferencia es condición para el acuerdo. A partir de esta instancia el propio deseo está entretejido con otras voluntades que lo fortalecen e impulsan. Se advierte que el campo de juego es mucho más vasto de lo supuesto.
Tiempo, el renovador (Escorpio) – Fase 8
La fase 8 marca la cooperación que demanda poner en marcha los acuerdos de la fase anterior. El deseo original, el que pulsara en Aries, se ha transformado. Es el momento de llevar a cabo lo acordado, procurando administrar el poder equilibradamente y con compromiso.
Otra característica de esta fase es que se deben identificar los residuos de los recursos empleados y descartarlos. La siembra y la digestión reflejan con naturalidad esta fase en la que ya ha quedado claro qué sirve y qué ha muerto y es necesario soltar para continuar avanzando.
Tiempo, el gran maestro (Sagitario) – Fase 9
Como ya hemos dicho, la experiencia de ser humanos consiste en encarnar tiempo. Media algún tipo de distancia innombrable entre verlo y saberlo. La fase 9 es la de la perspectiva, el enfoque en gran angular que permite abarcar la dirección que toma lo proyectado. Si se ha avanzado desde la fase anterior sin ocultamientos, este es un momento propicio para saborear lo alcanzado en el camino recorrido.
La confianza es una actitud clave de esta etapa. Confianza en uno mismo, en sus aliados, en las decisiones tomadas y en el proyecto.
Tiempo, el culminador (Capricornio) – Fase 10
La culminación de un proceso implica alcanzar el punto más alto y eso representa la fase 10.
El tiempo es un magnífico cocinero. Siempre alcanza el punto justo y el óptimo sabor. Es quien vuelve real lo potencal. El que guía a un arbol desde la semilla hasta el sol.
Hablando de Crono en la primera parte, decíamos que todos fantaseamos con destruir el tiempo. En esos intentos de rebelión perdemos la oportunidad de comprender que hay un camino a recorrer antes de concretar un potencial y que nos cabe asumir la responsabilidad personal de recorrerlo o no, tropiezos incluidos. Esta es la enseñanza que aguarda en Capricornio/Casa X.
Tiempo, el compartidor (Acuario) – Fase 11
El sentido más profundo de esta fase 11 es compartir los logros. Abrir a la comunidad lo que se haya logrado. Piénsese, por ejemplo, en el momento en que un disco llega a las disquerías o un libro a las librerías.
Las fase 11 y 12 son simultáneamente preparatorias del siguiente ciclo, por lo tanto en ésta ya se comienza a intuir lo que traerá el próximo.
Tiempo, el desintegrador (Piscis) – Fase 12
Alcanzada esta fase, quedan apenas los vestigios de lo desarrollado durante el ciclo. Por eso es de vital importancia llegar a esta última etapa consciente de que ya corre un nuevo ciclo y que se está diluyendo el precedente pero sin apurarse a soltar y desentenderse del que transcurre. Sostener una actitud de cierre, gratitud y calma.
Aquí queda, como si un pañol fuera, lo alcanzado durante el desarrollo del ciclo. Es importante no permanecer apegado a lo alcanzado, desapegarse verdaderamente de lo creado. Devolverlo al Universo.
Lo que atraviesa el puente que se tiende entre la fase 12 y la siguiente fase 1, adquiere un nuevo sentido.
Este circuito de 12 fases es al que aludimos, con estos y otros significados, acaso más especificos, acaso más complejos de exponer en este artículo, cuando hablamos del tiempo del Zodíaco. Al ser conscientes de la fase en que nos encontramos en el despliegue de un ciclo determinado resulta mucho más sencillo aceptar lo que implica ese momento, habitarlo y sacar provecho del disponible, que forzar la ocurrencia de lo que no pertenece a tal etapa.
Ciclos ¿lo qué? – Algunas aclaraciones
Todavía resta una última cuestión antes de dar por termindo el recorrido: ¿de dónde surgen? Primera aclaración: para observar los ciclos en una Carta es necesario pensarla en movimiento, sacarla de su estado de reposo, recordándonos que en el Universo nada permanece quieto, por quieto que parezca. Los ciclos siempre surgen de una conjunción entre dos elementos de la Carta. La conjunción simboliza el inicio de la fase 1. Según las intenciones pueden obsevarse distintas clases de ciclos: un planeta en tránsito sobre un planeta natal, un planeta en tránsito sobre un punto de la Carta, por ej. Ascendente, o la relación entre dos planetas en movimiento que según sus tiempos de revolución coinciden cada x años (cuando el más rápido alcanza al más lento) o estas mismas posibilidades a partir de progresiones secundarias. Los aspectos técnicos de este procedimiento son desarrollados en detalle en Danzando con el Cosmos, donde el autor agrega que:
«Un ciclo contiene ritmo. En su conjunto es un gran abrirse y cerrarse (una suerte de parpadeo del tiempo), y además está formado por una secuencia de aperturas y cierres parciales. O, como dicen los chinos: de momentos de expansión y de momentos de concentración. En general, las fases impares son expansivas, mientras que las pares son de concentración.»[3]
La duración de cada una de las 12 fases dependerá del ciclo que se observe en la Carta. También así sus posibles significados. Un mismo hecho adquiere distintos significados según el ciclo desde el cual se lo interprete.
Las fases angulares (1, 4, 7 y 10) son las más importantes del ciclo.
Crono meets Aión

Tanto lo hemos mentado a Crono, tanto lo han pintado también, que su apariencia ya parece indiscutible. Es tan difícil pensar en un Crono joven como en un Cristo moreno. Pero aquí hace su aparición una muy interesante figura mitológica que no le va en zaga al viejo Crono y que apuntala nuestros argumentos acerca del valor de percibir ciclos. Nos referimos a Aión, el Dios del tiempo circular. No es uno de los Dioses Olímpicos, por lo tanto su linaje no lo emparenta con ninguno de los que han aparecido en páginas anteriores. En sus representaciones (mucho más antiguas que las que existen de Crono) es un joven que sostiene ¡la rueda del Zodíaco! Es tal la distancia entre el tiempo que representan uno y otro que hacen falta dos personajes diferentes para simbolizarlo.
Crono meets Kairos
Antes de terminar, debemos mencionar a Kairos, hijo de Zeus (por lo tanto nieto de Crono) y de Tijé (diosa de la suerte o de la fortuna), a quien se lo tiene por un Dios a la de sentido de la oportunidad y además de remitirnos a la actitud propicia en cada fase de un ciclo se emparenta con el Eclesiastés del Antiguo Testamento.
Es que, aunque el cristianismo apoya sus enseñanzas en una concepción lineal del tiempo (en Occidente corre el año 2019 después de Cristo, el Gran Reseteador del Tiempo), en el Eclesiastés aparece una visión de las cualidades del tiempo que revela sus pliegues cíclicos.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
Dicho lo dicho, nos queda la tarea de recordarnos que nuestra esencia-tiempo se encuentra habitualmente en conflicto con el tiempo que hemos inventado durante estos últimos siglos y que nos beneficiaríamos grandemente si pudiéramos emplear la adecuada. Como cualquiera intuye, las pinzas no sirven para batir huevos y nadie saca un clavo con un tenedor.
5º Capricornio, 2019
[1] Ver Jorge Bosia, “Nehuén”, Editorial trenkehué, 2018 para un análisis de las 12 dinámica zodiacales. [2] Jorge Bosia, “Tiempo y Existencia”, editorial Trenkehué, 2016. [3] Jorge Bosia, “Danzando con el Cosmos”, Editorial Trenkehué, 2017.
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